Para Hegel, lo que satisface y dignifica nuestra vida espiritual tuvo su principio en Grecia. El pensamiento, en especial, se manifestó entre los griegos como un despliegue asombroso a partir de sus elementos originarios, y para comprender su filosofía no es necesaria otra cosa que permanecer dentro de ellos mismos sin buscar ningún motivo externo.
Su exposición, iniciada en el primer tomo, abarca el segundo (sofistas, Sócrates, socráticos, Platón, Aristóteles, escuelas posaristotélicas) y aun parte del tercero, y en ella nos encontramos con que a partir de un material muy precario Hegel logra dar una interpretación magistral de las distintas filosofías.
Al concebir la historia de la filosofía como algo totalmente alejado de lo fortuito, Hegel asocia a cada filósofo importante con una categoría lógica y el filósofo en cuestión se convierte en exponente de ésta y su doctrina en una explicación de ella.
De acuerdo con esto, los sofistas representan la categoría de la apariencia, de fenómeno; Sócrates la del bien, y Aristóteles la del fin.