Con toda probabilidad, Las bacantes es la última tragedia compuesta por Eurípides, durante sus dos últimos años en Macedonia, y se trata de la pieza más extraña y debatida.
El tema es muy simple, y trata el despedazamiento de Penteo por las ménades (entre las que se cuenta su propia madre, Ágave) en venganza a su oposición al culto orgiástico de Dioniso. El coro es esencial en la acción, y posee versos de una magnífica belleza lírica.
Es la única tragedia conservada que sitúa en escena al dios del teatro. La principal pretensión del trágico sería ofrecer al público un tratamiento personal y realista del fenómeno dionisíaco en toda su dimensión, tal vez como una de las soluciones que tiene el ser humano cuando los valores de la tradición pierden su sentido: el refugio en una religiosidad mística de salvación. Se preludia así el helenismo, dominado por la veneración del azar, la superstición y la aceptación de religiones mistéricas.
Fue representada póstumamente por el hijo del autor, Eurípides el Joven, en el 405 a. C., y ganó el primer premio del certamen dramático gracias, en parte, a ajustarse a un esquema más tradicional.