¿Novela, crónica, periodismo de nota roja…? La niña de los tomates se desenvuelve entre esos tres géneros narrativos para exponernos a la realidad de un Hermosillo que, en vías de desarrollo, sucumbe ante la decadencia de los personajes que habitan el paisaje urbano de la pobreza y la riqueza: paisajes que se contrastan en la brutalidad con que cada uno vive su condición.
Sergio Valenzuela nos cuenta la historia de Luz M., una niña de siete años de edad que es violada y asesinada por Francisco R., quien fuera condenado a muerte por ese crimen. Sin embargo, historias paralelas al fin, asistimos a la desintegración gradual de la familia Alonso, clase mediera, disfuncional y tratando de sobrevivir ante los embates de una realidad que se esfuerza en hacer de Hermosillo el sueño de algo que no logra tomar forma.
La niña de los tomates nos acerca a nuestro pasado social, colectivo, nos acerca, sin lugar a duda, a la más profunda reflexión sobre nuestra humanidad, la misma humanidad que subyace en cada uno de los personajes que habitan el Hermosillo atrapado dentro de la novela y que es demasiado familiar como para dejar de pensar en él una vez concluida su lectura.
Iván Figueroa