Después de varios años en Hermosillo, la colección de personajes, lugares y situaciones comienza a saturar su cabeza. Un lustro de necio desarraigo e incapacidad para involucrarse en los asuntos de la ciudad, debía ser reconocido también. La actitud huidiza de años anteriores, aún muy aferrada en su interior, resultaba demasiado incómoda ahora que su hija, nacida y crecida en Hermosillo, le significaba, aunque fuera involuntariamente, pertenencia.
Javier, el personaje, es más una actitud que una persona; “Javier”, la obra, es más los personajes que transitan que su personaje central. La panorámica representada de la ciudad y sus habitantes es tan amplia o limitada como el ojo del observador lo permite, por más atento que haya estado, y desde luego, editada según su pertinencia.
Javier y Enedino son complementos de una sola idea. Los demás personajes componen el ente urbano que es Hermosillo y su flujo rítmico e intenso. Ambos van a contracorriente pero mientras que los viajeros y la ciudad son irreconciliables, del abrazo del calor y el pavimento nadie escapa intacto y, en ocasiones, simplemente no es posible escapar.