Historias para entretener

Sinopsis

Al entrar en la adolescencia, me topé con un ejemplar del libro La rebelión de los colgados de B. Traven, fue entonces que descubrí, como dice el escritor sonorense Gerardo Cornejo, “la luminosa adicción a la lectura” y partir de entonces me inicié en este, que algunos llaman el vicio por la lectura.

En el pueblo donde nací y viví mi infancia no había electricidad y por lo tanto ni radio ni televisión, así que uno de los entretenimientos era escuchar las historias que nos contaban los mayores.

Muchos años después, siendo un joven, leyendo otros libros clásicos de la literatura universal y mexicana descubrí con asombro que esas historias ya las conocía, pues resulta que me las habían contado cuando era niño mi Nina Fina y mi tío Artidoro.

Descubrí entonces que la literatura se puede transmitir también oralmente, contada como los que es: historias, algunas veces de hechos reales y otras producto de la imaginación del autor. Al inicio de los ochenta el Gobierno del Estado editó una gran cantidad de volúmenes relacionados con la historia regional, como pude me fui haciendo de la mayoría de ellos. A mediados de 1984 de entre uno de ellos leí Perfiles de Sonora de Palemón Zavala y fue a partir de ese momento que descubrí “la luminosa pasión por la historia” y me convertí entonces en lo que se conoce como un historiador aficionado o un apasionado por la historia.

En el transcurso de estos últimos dieciséis años, he leído un sinnúmero de libros acerca de la historia de nuestro Estado y en cada reunión familiar o de amigos, siempre intento llevar la conversación hacia esos temas. Desgraciadamente he descubierto el desinterés de la mayoría de la gente, por conocer el pasado de nuestra sociedad y más alarmantemente he descubierto que los jóvenes se interesan mucho menos.

A mediados del año 2000, cuando mi amigo Mario Rentería, conocido en el medio periodístico como “Marent” me invitó a que le enviara algún texto para publicarlo en su suplemento cultural Esfera del semanario Primera Plana de nuestro mutuo amigo Francisco Javier Ruiz Quirrín, me vino a la mente la pregunta: ¿Y yo de qué voy a escribir en una revista cultural?, y recordé entonces la necesidad que existe de que quienes nos interesamos y leemos de historia, deberíamos publicar en cualquier medio hechos sucedidos en el pasado, pero de manera ligera, es decir, entretenida, sin citas bibliográficas, ni palabras rimbombantes, y sobre todo, sobre temas que resultaran familiares a la mayoría de los lectores, en pocas palabras, contar las historias como si fueran cuentos, como los que nos contaban nuestros mayores —cuando no había televisión— para entretenernos, y a su vez utilizar los escritos como anzuelos para atrapar a los desinteresados en “la luminosa pasión por la historia” y de paso, también a la lectura.

Así fue que Esfera empezó a publicar mis trabajos cada quince días y algunas personas que los leyeron me mostraron su interés sobre ellos, y di por hecho que algunos ya habían mordido el anzuelo

Fue entonces que surgió la idea de recopilar estos escritos y publicarlos en un solo volumen, para que este modesto “libraco” circulara entre las familias sonorenses y que además de entretenerlos —como dice su título— despertara el interés de alguien por la historia.

Gracias a la generosidad de mi muy querido amigo Lic. Alberto Flores Urbina, director general del Instituto Tecnológico Superior de Cajeme (ITESCA), es posible que usted, estimado lector, lo pueda tener en sus manos ahora.

Como dije en un principio, no soy un historiador y mucho menos escritor. Lo único que hago es recopilar cualquier información bibliográfica acerca de un tema y hacer un resumen del suceso, lo más entretenido y entendible posible, este libro entonces, no está hecho para historiadores, ya que no aporta datos nuevos a la historia —salvo seguramente los nombres de los muertos en el sismo de Bavispe y lo ocurrido en San Bernardo en 1915— está hecho para quienes saben poco o nada de nuestra historia regional

Mi única intención es lograr atrapar a alguno de los desinteresados en la “la luminosa pasión por la lectura” y espero sinceramente, amigo lector, que usted sea uno de ellos.

El autor